Un estudio de la Universidad de Cambridge concluyó que la Argentina es uno de los tres países del mundo (junto con Islandia e Irak) que tendría un superávit crediticio positivo al incluirse la variable climática en el análisis de las deudas soberanas de todas las naciones. Eso significa que, si se incorporaran los costos ambientales, que no son medidos por las calificadoras de riesgo, como Standard & Poors, no estaríamos tan mal.
La pandemia, vista como una oportunidadDe hecho, la mayoría de las naciones desarrolladas verían pasar sus calificaciones de deuda de positivas a negativas si contabilizaran la variable climática, que hace referencia a la sustentabilidad de la calidad de vida. Incluso en la última cumbre climática, organizada por Nueva York y de manera virtual, el presidente Alberto Fernández pidió que se amplíen plazos y quita de intereses empleando los canjes por acción climática. No obstante, el diario Página 12 contó que el planteo no habría estado ni bien comunicado ni bien interpretado.
Concretamente, Fernández había planteado que los países reciban pagos por servicios ecosistémicos y que se incorporen a la mecánica de los organismos financieros internacionales los canjes de deuda por acción climática.
En rigor, los bonos verdes existen desde hace varios años. Sin embargo, los mercados de deuda soberana están rezagados y los instrumentos vigentes ofrecen poca o ninguna oportunidad para los emisores de capitalizarlos. Pero, ¿qué pasaría si los argentinos obtuvieran una compensación ambiental para proteger los bosques chaqueños o las reservas marinas? La negociación con el Club de París podría posicionar a este país en un mejor lugar.
Curiosamente, recuerda el diario Infobae, el Club de París se creó en 1956 para enmarcar una negociación con la Argentina cuando nadie encontraba soluciones a una serie de deudas públicas y privadas defaulteadas. Medio siglo después, la cosa parece seguir sin solucionarse.
Actualmente, cerca de un 75 % del territorio argentino se encuentra en estado silvestre, de acuerdo a cifras proporcionadas por la fundación ProYungas, y debido a la baja densidad poblacional el desafío pasaría por conservar las áreas protegidas. Para eso, sería necesario contar con estímulos de organismos financieros internacionales.
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